Norte de Italia, finales del siglo XVI. El Santo Oficio acusa de herejía a un molinero, Domenico Scandella, al que todos llaman Menocchio. El procesado sostiene que el mundo se originó en «un caos» del que surgió «una masa, como se hace el queso con la leche, y en él se formaron gusanos, y éstos fueron los ángeles». A lo largo de dos procesos inquisitoriales la peculiar cosmogonía del reo se opone tozudamente a la de aquellos que le interrogan.
A partir del análisis de las creencias de Menocchio —finalmente declarado culpable y sentenciado a arder en la hoguera— y de los expedientes judiciales del caso, Carlo Ginzburg reconstruye en este clásico contemporáneo un fragmento de la llamada «cultura popular» —condenada, en general, al ostracismo— que se erige, por su singularidad, en símbolo de su tiempo y en una especie de eslabón perdido de un mundo oscuro, difícilmente asimilable al presente, pero del que de alguna manera somos deudores.