«Siempre me ha parecido que Álvaro Salvador era un maestro del tono. Que su inflexión de la voz le confiere una fuerza y una personalidad irrefutables entre los miembros de su generación. En los versos de Salvador el tono oscila, discute consigo mismo, hace requiebros, cercando al monólogo dramático...
«Siempre me ha parecido que Álvaro Salvador era un maestro del tono. Que su inflexión de la voz le confiere una fuerza y una personalidad irrefutables entre los miembros de su generación. En los versos de Salvador el tono oscila, discute consigo mismo, hace requiebros, cercando al monólogo dramático hasta ponerlo en crisis. Esa dialéctica es probablemente la primera de las puertas que comunican la poesía de Salvador con su obra aforística. Porque todo aforismo discrepa o polemiza con los lugares comunes, las expectativas de quien lee y, si hace falta, hasta consigo mismo.» (Erika Martínez)
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