La princesa Brunilda besó a la rana y ésta se convirtió en príncipe. Se casaron, fueron felices y comieron perdices. Pero cuando se ha sido rana durante tantos años, algunas costumbres resultan difíciles de olvidar.
La princesa Brunilda besó a la rana y ésta se convirtió en príncipe. Se casaron, fueron felices y comieron perdices. Pero cuando se ha sido rana durante tantos años, algunas costumbres resultan difíciles de olvidar.
Suscríbete a nuestro boletín
Suscríbete y recibirás todas nuestras novedades. Cero SPAM, sólo contenidos de valor.